En el panorama de los hechos recientes pudimos ver a una oposición emocionada por haber logrado articular una movilización ciudadana a nivel nacional para manifestarse, al grito de “el INE no se toca”, en contra de la propuesta de reforma electoral del ejecutivo federal, misma que a su parecer atenta contra la mismísima y pulcra democracia mexicana.
Entre los discursos presentes en la manifestación estuvo nuevamente el de la polarización que al parecer de los manifestantes fomenta el Presidente López, quien también al parecer se empeña en dividirnos a todos los mexicanos, quien a través de sus discursos populistas ha puesto en el centro de las políticas sociales de su Gobierno a los más pobres, es decir a los millones de mexicanos que viven condiciones de pobreza actualmente.
Esta situación abrió la discusión acerca de la capacidad de movilización de una fuerza u otra, pues como respuesta a esta marcha en defensa del INE, el Presidente convocó a una mega movilización para que la gente tuviera la oportunidad de refrendar su apoyo al Gobierno de la Cuarta transformación a cuatro años de gestión y de esta manera de muchos rincones del país se activaron las huestes morenitas para cumplir con el compromiso de minimizar la movilización de la oposición.
Sin embargo más allá de las cifras oficiales y extraoficiales surge la apreciación del sentido común. Ambas partes tuvieron que corregir las cifras, como cediendo el reconocer el poder de convocatoria del otro, mismo que efectivamente denotó una amplia diferencia. No obstante ni uno ni otro frente quedó exento de la practica del acarreo, pues lamentablemente quedan documentadas acciones como el pase de lista, el desconocimiento de los asistentes y las famosas tortas y refresco. ¿Es acaso el acarreo el verdadero combustible de la movilización social en el México contemporáneo?.
Rafael Páramo