Firma: Abdelkarim Chanona
Tradicionalmente se asocia el poderío de un país con el calibre de sus Fuerzas Armadas, con el volumen de su economía o con su cantidad poblacional. Si bien todos estos factores sí tienden a determinar la influencia de un país sobre el resto del mundo, no son los únicos ni los más importantes; según el caso. En pleno siglo XXI, diversas naciones han captado mayor influencia en el mundo sin haber recurrido al campo militar, económico o demográfico como principal estrategia de obtención de poder.
El poder es conceptualizado como obligar a un sujeto a obedecer la voluntad de otro. Hace alusión a que, ante una prohibición, el sujeto acate la prohibición. Prácticamente establece una relación de dominador-dominado. El mismo ejemplo puede extrapolarse entre los países del mundo, eso si, aclarando que ni todos los países buscan dominar ni todos los países son dominados.
En la disciplina de las Relaciones Internacionales existen un par de términos opuestos entre sí: soft & hard power; traducidos al español como “poder blando” y “poder duro”. Retomando la definición de poder anteriormente expuesta, la principal diferencia entre el poder “blando” y “duro” radica en los medios que emplean los países para que otros acaten su voluntad.
Por un lado, el poder duro emplea los medios que tradicionalmente se han asociado al poderío de un país: ejércitos, marinas, bombas nucleares, barreras comerciales y sanciones económicas. Por otro lado, el poder blando emplea sutiles medios relacionados con la cultura, la filantropía, la diplomacia y la academia. Mientras que el poder duro utiliza la fuerza bruta, el poder blando utiliza la persuasión.
Múltiples naciones ejemplifican la penetración del poder blando sobre el resto del mundo. Actualmente el ejemplo por excelencia es Corea del Sur, un país más pequeño que la extensión territorial de la Península de Baja California y mucho más pequeño comparado con la Península de Yucatán. Sin embargo, el interés mundial por su cultura, su idioma, su cine y su música no deja de incrementar.
México, aunque no cuenta con un poder blando tan amplio como el de Corea del Sur, también es un actor mundial que impulsa el esparcimiento de su cultura a través del turismo. De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo (OMT) con datos de 2019, México fue el séptimo país más visitado del mundo y el segundo más visitado del continente americano, sólo superado por los Estados Unidos de América. 97 millones de turistas son los que recibió México en 2019. Debido a la pandemia, el turismo en todo el mundo se vio frenado, pero el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su registro más reciente de 2022 contabilizó un total de casi 66 millones de turistas.
En cuanto a los ingresos turísticos, México es el único país de Norteamérica que ya está comenzando a reportar ganancias, según la OMT con datos de 2022. Esto nos indica que el turismo en México está recuperándose rápidamente y con un mejor desempeño que el resto del continente americano. La globalización ha propiciado oportunidades para que países de todo tipo puedan aspirar a incrementar su influencia con otras naciones. Las condiciones culturales y turísticas de México ofrecen un área de oportunidad para cosechar los mismos éxitos de otros países menos visitados como Corea del Sur.