“Bardo: Falsa crónica de unas cuantas verdades” (2022) es una película mexicana escrita y dirigida por Alejandro González Iñárritu. Luego de varias cintas realizadas en el extranjero como “Biutiful” o “Birdman”, González Iñárritu regresa a México a realizar Bardo, una cinta de larga duración (cerca de 2 horas y 40 minutos) estrenada en cines hace un par de meses y ahora disponible en Netflix. En esta película, el protagonista es Silverio, interpretado por Daniel Giménez Cacho, un célebre documentalista asentado en los Estados Unidos que regresa a México a reencontrarse con sus raíces antes de recibir un premio por su trayectoria en el país vecino. A continuación, se presenta un breve análisis de estilo con intención de vincular algunas secuencias con algunos movimientos, por lo que si aún no ha visto la película, sepa que encontrará algunos spoilers.
Bardo y el mexicanismo
En esta cinta podemos encontrar algunos estilos narrativos principalmente, como el mexicanismo, el barroco, la psicodelia el surrealismo y el realismo mágico, vinculados tradicionalmente con autores mexicanos. En cuanto al mexicanismo, González Iñárritu se sirve de episodios históricos como la guerra entre Estados Unidos y México o la conquista para mezclarlos con la vida del propio protagonista. La guerra del siglo XIX entre dichas naciones se retoma para recrear el episodio de los niños héroes y mencionar que solo en México una derrota se convierte en victoria, pero también para criticar la discriminación que viven mexicanos residentes en territorios perdidos durante esta guerra y para mostrar la necesidad de migrar desde el centro hacia esos territorios ahora primermundistas. Cabe señalar que cuando Silverio se encuentra con Cortés sobre una montaña de cadáveres, Iñárritu realiza una referencia directa a Octavio Paz, premio Nobel reconocido por su descripción de la condición mexicana (hijos de la chingada).
El barroco, comprendido como un estilo complicado, intrincado, detallado, claroscuro y muy relacionado con el arte mexicano, se puede encontrar de manera visual en algunas secuencias en las que se recurre al uso de extras. Es interesante y particularmente agradable a la vista observar la coreografía de múltiples actores principalmente en las secuencias como la del California Dancing Club, la de los migrantes por el desierto o la de los caídos en el centro histórico de la Ciudad de México. No solo hay coreografía con los actores, sino que la propia cámara se mueve de una manera virtuosa en el salón de baile que recuerda a los planos secuencia de “Birdman” pero también a otro director relacionado con el barroco: Arturo Ripstein.
Bardo y la psicodelia
Cuando se habla de psicodelia generalmente imaginamos patrones geométricos, coloridos y luminosos, pero también la psicodelia puede ser ácida, mordaz, reveladora de verdades que llevan a un “mal viaje”. En este sentido, se puede observar que en “Bardo” hay críticas mordaces ya no hacia la nacionalidad sino hacia el ego. Es notable la discusión entre Silverio y Luis, el periodista que lo humilla en cadena nacional, tanto en esa secuencia como cuando se reencuentran en el club de baile. En estos encuentros, Luis deshace a Silverio -y parece que de paso Iñárritu se hace una autocrítica-, hasta el punto de tocar temas como el racismo, el color de piel por el que Silverio era criticado de niño, lo cual es curioso ya que Giménez Cacho dista de ser moreno. Otras escenas de este tipo, de “mal viaje” se observan en otras discusiones entre Silverio y su mujer, con su hijo en la cocina, con Hernán Cortés, o con el estadounidense de facciones mexicanas que discrimina a Silverio en el aeropuerto. Este tipo de críticas mordaces recuerdan a un cineasta turco: Nuri Bilge Ceylan y a otro mexicano: Carlos Reygadas.
Surrealismo y realismo mágico en Bardo
El surrealismo, el cual fue vinculado con México por André Breton, y el realismo mágico, relacionado con la literatura latinoamericana, se parecen en cuanto a una ruptura con la realidad cotidiana. La diferencia es que el surrealismo se vincula más bien con los sueños, lo aleatorio o lo imposible y el realismo mágico con la aceptación de lo imposible en la vida cotidiana. En este sentido, Iñárritu emplea ambos estilos y en momentos se pueden confundir. Por ejemplo, podemos intuir que es surrealismo la metáfora del hijo muerto pues es imposible su regreso al vientre, sin embargo, comienza a parecer realismo mágico cuando Silverio y su esposa aceptan el regreso al vientre como verdad. O qué tal cuando Silverio no mueve la boca mientras habla, se entiende como surrealismo hasta que sus interlocutores lo regañan por no abrir la boca. Realismo mágico, casi como de García Márquez lo encontramos en la escena de los peces en el vagón del metro. ¿Qué hay de la secuencia cerca del final cuando Silverio camina por el desierto y se encuentra con sus familiares y su padre muerto? ¿Será un realismo mágico del tipo “Pedro Páramo”? El uso de estos elementos, su tono satírico y el uso de música festiva recuerdan a Emir Kusturica, pero también a Luis Buñuel y su crítica a la burguesía y principalmente a Federico Fellini en su “Otto e mezzo”.
Sin duda “Bardo” permite explayarse en relaciones intertextuales, con otros cineastas, escritores, o bien con otras obras del mismo González Iñárritu, a partir de algunas secuencias o episodios. Esta es una de las virtudes de la película, su riqueza intertextual, así como su vuelta a la modernidad en épocas posmodernas. Pero quizá su principal virtud es que es accesible, divertida y audiovisualmente atractiva. Esperemos que “Bardo” clasifique en la categoría de Mejor película extranjera de los Oscar y de una vez que se lleve el premio.
Luis Gerardo Frías
1 comentario
Bardo no me gustó se me hizo muy extraña, tuve que leer tu crítica para entenderla creo que es de esas peliculas mafufas que vas a ver al cine y te duele la cabeza en lugar de disfrutarlas para eso mejor leo un libro
me hace sentir tonto ver esas peliculas por eso agradesco estos blogs donde las explican