Incontables ejercicios de clasificación científica de países han sido realizados a lo largo de la historia. La práctica se remonta hasta hace más de dos milenios de antigüedad cuando el pensador clásico Aristóteles, quien fue pionero, segmentó los Reinos aledaños adhiriéndose únicamente a las leyes que los regían. Con ello, el presente escrito busca clasificar qué tipo de régimen gubernamental ostenta nuestro país con métricas del siglo XXI. Cabe recalcar que se tiene en cuenta el México del 2000 hasta el 2022.
Existen dos conceptos teóricos indispensables para realizar un diagnóstico preliminar de la organización política de un país: la forma de Estado y la forma de Gobierno. Por un lado, la forma de Estado determina el método de elección de un gobernante y el grado de centralización del gobierno central respecto a sus unidades territoriales. Es decir, la forma de Estado visibiliza si el gobernante es elegido a través de una votación o simplemente hereda el puesto por su sangre, lo que nombramos como Repúblicas y Monarquías, respectivamente. Esto va acompañado del grado de centralización territorial, que se traduce en un Estado Federal o Central. Mientras que un Estado Federal dota de autonomía al territorio que domina, el Estado Central toma decisiones unilateralmente para todo su territorio.
Por el otro lado, está el concepto de forma de Gobierno. Éste hace referencia a qué Poder Público predomina sobre el resto: los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Si un país tiene una forma de gobierno Presidencialista, significa que el Poder Ejecutivo tiene mayores facultades y poder de decisión sobre el resto de poderes públicos. Por el contrario, en una forma de gobierno Parlamentaria, las facultades más importantes recaen sobre el Poder Legislativo y no el Ejecutivo.
Con ambos conceptos definidos, se puede clasificar al México emanado de la Revolución Mexicana de 1917 como un país con una forma de Estado de República Federal y con una forma de Gobierno Presidencialista. No obstante, tras el fin de la Guerra Fría, la popularidad y adopción de las Repúblicas Federales Presidencialistas, misma que poseen los Estados Unidos de América, se dio a lo largo y ancho del mundo. En la actualidad, diversos países se auto-declaran Repúblicas Federales Presidencialistas o Parlamentarias sin implementar elecciones competitivas y libres, así como tampoco ofrecen una división fáctica de poderes ni libertades a su población. Este es el caso de la República de Nicaragua, la República de Malí, la República de Bielorrusia o la República de Kazajistán; por mencionar algunos.
La literatura científica, viéndose superada por la realidad, tuvo que aportar un nuevo concepto que se basara únicamente en la práctica. El sociólogo Juan Linz estableció el concepto de “régimen de gobierno”, el cual establecía que solo había dos tipos: los regímenes democráticos y los no democráticos. Dentro de los no democráticos se encuentra el autoritario y el totalitario, diferenciados por la frecuencia con la que el Estado usa la fuerza para reprimir, si existe un partido único o si la autoridad recae en un individuo perpetuado, entre otros.
México en ocasiones es considerado un régimen autoritario, mientras que otros lo han designado como uno democrático. Desde el 2000 que desapareció el PRI como partido hegemónico, han habido tres alternancias partidistas como titulares del Poder Ejecutivo, los cuales fueron el PAN (2000-2012), el PRI (2012-2018) y actualmente MORENA (2018-2024). Si bien las condiciones del sistema electoral mexicano han permitido pluralismo político, la democracia no sólo abarca elecciones. La democracia también salvaguarda los derechos humanos de su población, al mismo tiempo que su población se involucra activamente en política como contrapeso. Por ello, la democracia mexicana no está a la par de la democracia estadounidense o finlandesa, por mencionar algunos.
Con el fin de segmentar nuestro mundo en regímenes de gobierno, la Unidad de Inteligencia de “The Economist” ha instrumentado desde el 2006 el denominado Índice de Democracia. Dicho índice contempla las complejas variables de proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, el funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política.
El Índice de Democracia permite asegurar que México durante el 2006-2021 ha dado importantes pasos para dejar de ser considerado como un régimen autoritario. Sin embargo, tampoco se considera que México sea una democracia, sino un “régimen híbrido”. En este tipo de régimen coexisten elementos autoritarios, como falta de transparencia en el funcionamiento gubernamental e ineficiencia en asegurar los derechos humanos de la población, y elementos democráticos como alternancias partidistas y elecciones manejadas por civiles.
Se puede concluir que México ha abandonado un régimen autoritario que se mantuvo durante décadas, pero que tampoco ha avanzado firmemente hacia una democracia de calidad que asegure más allá solo elecciones imparciales. Lo anterior ha persistido incluso con los cambios de partido, situación que ha generado entre la población civil desinterés y desesperanza en la situación política de México, impidiendo, una vez más, una mejora democrática.
Abdelkarim Chanona