Por: Lorena de la Vequia Sampieri
Desde hace algunos años, en ciertos países llamados de primer mundo, se ha ido modificando, en algunos puestos, el formato para la realización del trabajo: de presencial a virtual.
Esto permite que colaboradores, directores, ejecutivos, banqueros, etc., con cierto perfil, continúen con sus responsabilidades de trabajo sin tener que estar físicamente en una oficina.
Las medidas sanitarias adoptadas debido a la pandemia SARS-Covid-19 alentó aún más el trabajo virtual.
A partir del primer semestre del año 2020, en la Ciudad de México, por poner un ejemplo, varias empresas o asociaciones dejaron de rentar oficinas y sus colaboradores ocuparon sus viviendas para trabajar; operando así hasta la fecha.
De igual manera, en países como Canadá o Estados Unidos, la virtualidad sigue siendo muy usual para el trabajo o la capacitación, en la mayoría de los casos, con el mismo goce de sueldo y prestaciones para quienes lo realizan.
La pandemia ha representado una oportunidad para demostrar que es posible continuar las operaciones de las empresas sin que todos sus empleados tengan que estar en las oficinas corporativas y que de una forma -a veces increíble-, el nivel de productividad no se vea disminuido y en algunos casos, mejore.
Además de lo relacionado con la reducción de gastos, tiempos y movimientos; percibo algunas ventajas y aprendizajes que la virtualidad laboral ha propiciado, tales como:
-Una mejor organización de nuestros tiempos para cubrir los diferentes roles que tenemos.
– El compromiso y los resultados de alguien que realiza su trabajo adecuadamente no solamente implica su presencia física o cubrir amplias jornadas laborales. Quizá vale más la pena el trabajo por objetivo que por horario.
– Al inicio de la pandemia y del trabajo virtual, el aumento en el nivel de confianza de los jefes hacia sus empleados tuvo que darse de manera “transparente” pues de repente dejaron de estar físicamente reunidos, sin embargo, en otros casos, el establecimiento de objetivos y el nivel de supervisión también aumentaron.
– El desarrollo a pasos agigantados de aplicaciones tecnológicas que ayudaron en las nuevas actividades laborales: un empleado bancario con un app en su celular para hacer llamadas a clientes que antes sólo podía realizar desde su oficina, las juntas por videollamada en las que la mayoría cuenta ya con mucha experiencia, el propietario de un negocio con cámaras de video que le permiten ver y escuchar lo que pasa en éste las 24 horas de los 7 días de la semana, una cuenta de WhatsApp para hacer pedidos desde una página de Internet, por mencionar algunas.
En cuanto a las desventajas y retos que la virtualidad laboral ha propiciado, percibo los siguientes:
-La desaparición de los “horarios” laborales, de compra, de venta, de solicitud de información, de atención, etc.
-Se han hecho a un lado algunas formas de cortesía laboral, con preguntas tales como: ¿estás ocupado? ¿Te puedo distraer de tus actividades? Pues se asume que el colaborador debe estar siempre conectado o disponible para cubrir sus responsabilidades puesto que puede realizarlas desde su casa, oficina o viaje.
-Los dispositivos móviles encendidos de día y de noche, así como, la necesidad de equipos y planes de telefonía o de conexión más sofisticados para manejar la cantidad de información, llamadas, intercambio de mensajes, aplicaciones tecnológicas, etc. del día a día laboral.
-Como colaboradores, la virtualidad nos presenta aún “más disponibles” y nos coloca en el plano de la respuesta casi inmediata, muchas veces sin importar el nivel jerárquico, de responsabilidades, las actividades cotidianas o previamente programadas a la solicitud más reciente.
En conclusión, me gusta pensar en que con la virtualidad laboral se han roto esquemas de muchos tipos para encontrar más oportunidades.